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Como el ligamento cruzado anterior y los ligamentos colaterales este ligamento une a la tibia con el fémur. Discurre entre la cara posterior de la tibia, posterior a la eminencia intercondílea tibial, y la parte lateral (interior) del cóndilo femoral interno en la escotadura intercondílea, donde se inserta en un área con forma de semiluna. Tiene dos fascículos principales, uno anterolateral, que es el más grueso, y otro posteromedial.
El LCP es un estabilizador primario de la rodilla, probablemente el ligamento más fuerte de la rodilla, y su función es limitar la translación posterior de la tibia con respecto al fémur. Además limita la rotación externa tibial y conjuntamente, con el ligamento cruzado anterior, son restrictores secundarios contra las fuerzas que desplazan la rodilla en valgo o varo, hacia adentro o hacia fuera. Estas funciones son más importantes con la rodilla en flexión.
El nombre deriva porque la visión frontal de ambos ligamentos en la rodilla, da una imagen de X.
La lesión de LCP puede producirse por un traumatismo directo en la parte anterior de la tibia, como sucede, por ejemplo, en un accidente de tráfico al golpear la rodilla doblada contra el salpicadero del coche, o por un placaje frontal en el rugby o, más raramente, por una patada en algún deporte de contacto, estando la rodilla en extensión, lo que provoca que esta se doble hacia atrás o haga una deformidad hacia atrás (“recurvatum”) forzado, dañando la cápsula posterior y el LCP. Cuando la causa es un traumatismo de alta energía la lesión se asocia a lesiones más graves, fracturas de huesos largos, de la pelvis o a lesiones del complejo postero-externo o de otras estructuras de la rodilla.
En los atletas, la causa más frecuente de rotura del LCP son las caídas sobre la rodilla doblada, mecanismo de hiperflexión, y con el pie en flexión plantar forzada o por una rotación extrema asociada a valgo o varo.
Cuando el LCP sufre una lesión, el traumatismo suele ser de tanta energía que hay que sospechar que otros ligamentos u otras partes de la rodilla también pueden resultar lesionados, como el otro cruzado o la cápsula posterior de la rodilla.
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Si el LCP se lesiona el paciente puede presentar una hinchazón (hemartros) o dolor súbito en la parte posterior de la rodilla. Es posible que el paciente note un crujido o chasquido tras la lesión, el traumatismo o el movimiento forzado. El deportista no puede reanudar el ejercicio tras la lesión, al menos en las fases agudas.
Posteriormente la rodilla afectada puede volverse inestable, especialmente durante el ejercicio, aunque algunos pacientes, como en el caso de las roturas del LCA conviven con una rotura del LCP y se adaptan a ellas, aunque están limitados para ciertos deportes o ciertas actividades.
En la exploración, siempre comparando con la otra rodilla para ganar fiabilidad, se aprecian signos de inestabilidad. En el test del cajón posterior (con la rodilla flexionada y el pie bloqueado por el explorador), al empujar la tibia hacia atrás no hay un tope claro. En el test de Lachman puede existir una diferencia comparativa con respecto a la otra, con ausencia de un tope posterior claro. Puede existir una deformidad asociada en recurvatum, la rodilla hace un arco hacia atrás, si la cápsula posterior ha quedado dañada.
Lesiones de Rodilla |
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